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Las personas con Trastorno de Espectro Autista (TEA) tienen una especial dificultad para identificar estados mentales en sí mismos y en los demás, ya lo confirmaba la hipótesis de los estudios realizados por Baron Cohen (1985). Por esta razón fue necesario elaborar una teoría acerca de lo que el otro conoce, piensa o siente acerca de su mente.

Estos estudios contribuyeron de manera decisiva a centrar la atención en el plano metal de las personas con autismo. Sin embargo, la capacidad para elaborar una “teoría de la mente” no está instaurada en el desarrollo normal del niño hasta los 4 años.

El déficit cognitivo presente en los niños autistas es independiente del desarrollo de su inteligencia, y esto fue investigado a finales de los ‘80 por Tamarit. Se cree que el ser humano recibe del entorno dos tipos de estímulos o claves muy diferentes.

  • Claves físicas: son las características del mundo físico y las leyes que lo rigen (color, tamaño, peso, etc.).
  • Claves sociales: permiten obtener información acerca del mundo mental (lo que el otro siente, desea, piensa, conoce) y de las leyes que lo rigen. Por ejemplo la mirada, sonrisa, tono de voz, gestos…

 

Las diferencias entre ambas se expresarían en cuatro dimensiones:

  • Simplicidad: las claves físicas son simples, se pueden interpretar de a una por vez; en cambio  las sociales son complejas, dependen del contexto donde ocurran para ser interpretadas.
  • Claridad: las físicas, son evidentes, es fácil llegar a un acuerdo sobre su significado, incluso se pueden medir. Las sociales, son más sutiles, resulta imposible medirlas.
  • Permanencia: las físicas permanecen en el tiempo lo suficiente para hacer una segunda o tercera comprobación de lo percibido. Las sociales son efímeras, duran muy poco tiempo y es casi imposible volver a apreciarlas una vez que ocurrieron.
  • Variabilidad: las físicas no varían su significado, siempre es el mismo, estén donde estén. Las sociales varían en función del entorno físico o social en el cual se emitan.
  • También, las claves sociales pueden ser atribuidas a varias acciones diferentes con un mismo significado (manotazo, ceño fruncido, voz fuerte).

Teniendo en cuenta estas claves y las capacidades diferentes con que los niños se enfrentan a ellas, Baron Cohen las clasifica de la siguiente manera:

Física Intuitiva: mediante la cual captamos, comprendemos y nos adaptamos o regulamos nuestra relación con el mundo físico, es decir, con todo lo sencillo, claro, permanente y fijo.

Psicología Intuitiva: mediante la cual captamos, comprendemos y nos adaptamos o regulamos nuestra relación con el mundo mental.

Estas capacidades son modulares y el desarrollo de cada una es independiente de la otra. En el caso de una discapacidad mental, por ejemplo, siempre habrá un nivel bajo de desarrollo de la Física Intuitiva; mientras que en el Trastorno del Espectro Autista, siempre existirá un bajo nivel de desarrollo de la Psicología Intuitiva, independientemente del nivel de la otra capacidad.

De acuerdo a esto, podemos inferir que el perfil mental propio de una persona con TEA es el de quien tiene graves dificultades para manejarse con todo lo que sea complejo, sutil, efímero y variable, es decir, lo socio mental.

Otros estudios dan cuenta de que las personas con TEA, ante estímulos y situaciones de índole social, tienden a dirigir la mirada hacia la boca y el cuerpo ya que las miradas no les informan nada, por ende no les presentan atención. Mientras que en las personas sin este trastorno, es común que la mirada se dirija principalmente a los ojos.

Como conclusión, podemos decir que el buen desarrollo de la Física Intuitiva en un niño con TEA puede mejorar, en parte, su competencia ante situaciones sociales. En las escuelas se deberá poner especial atención a estas capacidades para lograr adaptar la enseñanza a las características de estos niños.

 

Fga. Virginia L. Piccoli

MN 3395

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